La Enfermedad de los Pactos
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La Enfermedad de los Pactos

Para hablar de pactos, Jean Jacques Rousseau ya decía: “El Hombre dice lo que sabe, la mujer dice lo que agrada” queriendo decir que la mujer quiere agradar a quien la oye, y no está preocupada en hacer valer la verdad.

Así ellas crean las mayores confusiones e intrigas, pues lo que le agrada a una mujer es oír hablar mal de los otros.

Incluso considerando que existen mujeres más bondadosas, ella difícilmente quiere desagradar a cualquiera diciendo la verdad, pues muchas veces esta muestra la dureza de la locura humana.

Siendo así, desde niña la mujer se preserva a sí misma y a otros de la visión de los problemas y de la maldad humana, creando a su alrededor un mundo rosa de hipocresía y alienación.

Cuando yo le digo a ciertas pacientes que ellas deben romper el “pacto” que hicieron con los hombres, habiendo aceptado una posición de sumisión, servidumbre y dependencia, a cambio de una vida de alienación e irresponsabilidad social, no estoy queriendo decir que deban ir a una guerra contra ellos, como si fuesen victimas en manos de verdugos; al final, cuando existe un pacto, ambas partes deben estar de común acuerdo.

Es muy frecuente que las mujeres pasen de un extremo a otro o adopten una posición de complicidad (hasta cierto punto inmoral) con la patología del marido, de los hijos y la sociedad, o de otra parte optan por una actitud de libertad para agredir y para la locura. De “beatas” y “Serviciales”, pasan al libertinaje.

Lo difícil es que la mujer mantenga una relación sin hacer un pacto con lo que sabe que no es cierto en el otro.

Es común en mujeres de civilizaciones más atrasadas (latinas, árabes, orientales) pasar años ininterrumpidamente con miedo de contrariar al marido – sin trabajar, sin estudiar, sin salir solas, soportando silenciosamente. Cuando perciben el absurdo de tal situación muchas resbalan hacia el extremo opuesto, alimentan una guerra dentro de la casa, atormentan a los hijos, a los amigos, no aceptando más ninguna restricción a su voluntad, y muchas veces exigiendo el divorcio. Parece que quisieran vivir de un solo tajo todas las fantasías que reprimieron hasta entonces.

Esta actitud carece de buen sentido. Es obvio que afecto, trabajo, estudio, jamás pueden hacer mal a nadie, pero desde que la persona no pierda el buen sentido y confronte sus intenciones.

La mujer que pacta con un hombre agresivo y represivo, tiene en verdad dentro de sí la misma intención agresiva y destructiva contra su propia vida, solo que no lo percibe y proyecta en él toda su patología.

En caso de que ella no concientice eso, todas las decisiones que tome conservarán el mismo patrón de destructividad y no servirá un alejamiento o una ruptura social pues la raíz del mal permanecerá intacta en su interior.

Claudia Bernhard de Souza Pacheco,
Tomado del libro As Mulheres no Divã, pág. 76
Artículo publicado en el Periódico STOP edición 83

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Post source : As mulheres no Divã

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