Artículo publicado en el Periódico STOP edición 79
Claudia Bernhardt de Souza Pacheco,
Psicoanalista y escritora. Vicepresidenta de SITA – Sociedad Internacional de Trilogía Analítica.
Extracto del libro La Curación por la Consciencia, pág. 145
Es curioso el hecho de que nunca encontré en los mejores diccionarios de las lenguas portuguesa, inglesa y alemana el término interiorizar.
Sin embargo existe el término exteriorizar.
Ahí aparece claramente la intención del hombre de eliminar totalmente la visión de su vida psíquica proyectando todo su interior en el ambiente.
El aspecto más importante del trabajo de Keppe, la llave principal de la Trilogía Analítica, es el proceso de interiorización. “El hombre interiorizado es un hombre sano”.
Llegamos a través de la ciencia a la misma conclusión de San Agustín y de Sócrates en la filosofía. La belleza del cuerpo del hombre, de sus músculos. Cerebro, rostro, son reflejos muy tenues de la perfección que existe en el interior. La belleza de los animales, de la naturaleza, de los astros, del universo son una pequeña parte de la belleza del ser humano, En nuestro interior además de la belleza, existe el Amor que no existe en la realidad externa.
Por más que intentemos, nuestra imaginación jamás podría alcanzar las delicias y la satisfacción que la salud interna nos traería., si la aceptáramos completamente. La Trilogía Analítica desarrolló una técnica de interiorización que propicia ese contacto.
Se trata de una técnica comparativa donde cada elemento del mundo externo es transportado dialécticamente al interior del hombre. De esta forma, cuando ponemos “a los otros” dentro de la vida psíquica del paciente, él se calma, reconociendo el valor que tiene en su interior el mundo enorme que tiene dentro de sí, suavizando su envidia.
Si vemos el mal viniendo de los otros, también hacemos eso con el bien, envidiando lo que imaginamos no poseer.
Pero si lo reconocemos en nosotros, enseguida nos calmamos.
A partir del momento en que el hombre (mujer) comienza a aceptar ese regreso a sí mismo, se inicia entonces la curación.
Cuanto más hace ese movimiento, más se amplían sus horizontes. El hombre muy interiorizado llega a percibir cosas dentro de sí que no existen respectivamente en el universo externo, pues su interior es lo más perfecto que hay en toda la creación.
Si tenemos en nosotros esa maravilla, ¿por qué, entonces no la disfrutamos?
Keppe explica esa negativa porque nuestro interior es el reflejo de la belleza divina. La Sanidad que vemos dentro de nosotros no es realización nuestra, y, frente a tanta grandeza y maravilla, nos enceguecemos por la terrible envidia que sentimos de aquel que nos la dio. Es así que la humanidad pasó a ver la vida como algo feo, penoso, angustiante y sin sentido, y el “papel” que representamos está lejos de ser la expresión de nuestra realidad interna.
De seres hechos a semejanza de Dios, nos redujimos a asesinos, delincuentes, enfermos, angustiados.
Keppe notó que la persona, cuando habla de sí misma en el análisis miente, o, en la mejor de las hipótesis, habla sobre las fantasías que elabora al respecto. Pero, cuando habla de terceros, ahí si se revela, es sincera. Por eso, pasó a utilizar solamente la técnica comparativa con el fin de obtener un mejor material para la interpretación. El individuo necesita de un espejo para poder verse como es, tanto en el mundo físico como en el psíquico.
Cada situación, cada hecho es interiorizado como un reflejo de aquel que habla, y el propio analista representa la consciencia o el espejo de lo que pasa en el interior del paciente. A través de la técnica dialéctica o comparativa, todo lo que el paciente dice vuelve a su interior: de tal forma la interpretación está basada esencialmente en el material traído por el analizado. De este modo, podemos hacer las más “fuertes “interpretaciones sin crear una reacción de resistencia u hostilidad personal contra nosotros analistas, lo que se llamaba transferencia negativa.
Dejamos que el paciente nos hable bastante, para enseguida hacer la interpretación para él – pues en realidad el habló de si todo el tiempo, a través de nosotros.
Como ejemplo, citamos el caso de la paciente R.S., cuando le hablaba al Dr. Keppe al respecto de su fuerte oposición al análisis y a él. El diálogo fue el siguiente.
Dr. – ¿Qué cree usted de mí?
R.S. – Creo que usted dice cosas correctas, pero es muy megalómano y se cree el dueño de la verdad.
Dr. – Entonces usted dice a través de mí que a pesar de saber lo que es correcto, actúa de manera megalómana y se cree la dueña de la verdad.
Esa es la gran ventaja de la técnica dialéctica: no impórtalo que la persona hable, de quien hable, o si lo que dice sobre terceros es cierto o no, pues todo lo que ella dice durante su sesión es sobre ella misma.
De este modo la dialéctica no tiene fin, pues es inclusive el propio proceso de percepción del individuo que, para entender siempre compara una cosa con otra.
Los otros son nuestro reflejo, así como nuestro cuerpo es el espejo psicológico; la única manera de tratar adecuadamente las relaciones sociales y las enfermedades orgánicas es a través de esa interiorización.
Atención en Psicoanálisis
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