Existe un factor fundamental con respecto a la influencia de la energía escalar, en el funcionamiento de todas las cosas – Albert Einstein afirmó, que masa y energía estaban directamente relacionadas, poniendo su fórmula E = MC2, trayendo la idea de que la energía vendría del movimiento de la masa al cuadrado – pero yo muestro en mi trabajo que la propia masa está constituida por energía, y esta existe en el llamado vacío, a través de esta fórmula M = RE/TS, en que la masa tiene origen en la resonancia energética, según el tiempo y el espacio.
Dentro de esta fórmula, aclaro que todo lo que existe, se trata de energía – de ese modo, puedo esclarecer el llamado Misterio Eucarístico, cuando Cristo afirmó en la Última Cena, que el entregaría su cuerpo y sangre para salvar la humanidad. Cuando el ser humano ingiere alimento, es justamente a energía resonante de él, la que fortalece el organismo en su sobrevivencia, no siendo la comida en si – tenemos que convenir que es algo por encima, que proviene de la vibración energética, que forma cada elemento.
De este modo, es posible transformar la energía de cada alimento en otro tipo de composición, conservando sus apariencias, en lo que los religiosos (usando a filosofía de Aristóteles) denominaron transustanciación, o sea, el cambio de la esencia del pan en otra energía – en el caso de él, que era humano y divino, la hostia consagrada transfiere la estructura del pan también, en su energía divina y humana – como el ser humano es semejante a Cristo en el aspecto corpóreo, recibe a través de él el elemento natural y sobrenatural, de acuerdo con su conducta.
Hicimos en nuestro trabajo una comparación, entre lo que la ciencia llama patología, y los religiosos pecado, y que en la práctica se confirma, porque los pacientes sanan sus males sociales y físicos, mejorando, y hasta curándose de sus enfermedades, si tales males fueran concientizados.
Lo fundamental es percibir que, la energía que el alimento carga, se transforma en sangre y cuerpo, motivo por el cual cada persona se beneficia, si la estuviera recibiendo, de acuerdo con las mismas intenciones de Cristo al evitar los sentimientos, pensamientos y acciones dañinas, que impiden la recepción de la energía correcta: así la soberbia, la envidia, el odio, la avaricia, la gula, la lujuria y la pereza constituyen un impedimento para sumergirse en esa onda divina, que el Hijo de Dios nos compartió. Es importante no olvidar que la persona que resuena con esa energía, abre un enorme campo de bienestar para sí, para sus semejantes y para la propia naturaleza.
Cuando el ser humano ingiere un alimento, lo que sucede realmente, es que está recibiendo la energía de la cual él está formado – y en el caso de la Eucaristía a través de la transustanciación, de la misma energética, en la cual el Hijo de Dios fue constituido, no solo humana como divina – Digamos que El concedió esa prerrogativa para todos, los que reciben ese alimento, que contiene el lado humano y el divino. No sé cómo los científicos entendieron esas palabras de Cristo, pero realmente, en la hostia está presente su cuerpo y divinidad, o sea, la energética orgánica y la divina, en la cual El existe.
Un factor básico de la necesidad de la Eucaristía, es el reencuentro del ser humano con el Ser que lo formó, porque él no puede vivir, sino de acuerdo con quien le dio origen, porque persona alguna puede ser causa de sí mismo – siendo así, el hombre solo puede existir con su causa, porque ella constituye su efecto – tenemos que admitir que la causa es superior a su efecto, y en nuestro caso, somos consecuencias de la más alta nobleza, que cuando la rechazamos, eliminamos lo mejor que tenemos – es por ese motivo que no podemos pensar y sentir en oposición al Ser Creador, so pena de caer en la enfermedad mental más grave.
Artículo publicado en el Periódico STOP edición 89
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